domingo, enero 4

La nueva escultura

¡2009! Nuevo año, pero ¿Qué diferencia tiene un año de un segundo?, pregunta estúpida muchos dirían, incluso yo, sin embargo tanto el año como el segundo son efímeros, quizá de diferentes formas, pero lo son. Por ello decidí publicar parte de un libro que es uno de mis favoritos, me refiero a GOG de Giovanni Papini. Éste es un libro extraordinario, que llegó a mis manos por una anécdota ajena, pero no hare más rodeos, y sin más les dejo un fragmento de La nueva escultura, GOG:



"... La única solución plástica posible consiste en pasar de la inmovilidad a lo efímero. El arte más perfecto, la música, late, pasa y desaparece. El sonido es instantáneo, no perdura y sin embargo es potentísimo. Si todas las artes aspiran a la música, incluso la escultura debe aproximarse a aquella divina cosa pasajera. Le daré ahora mismo el ejemplo.

Al decir esto, Matiegka, con sus manos delicadas, destapó el trípode que se hallaba en medio del estudio y colocóen él una pasta negruzca a la que le prendió fuego. Una columna densa y espesa de humo se alzó, rectlínea, sobre el brasero. El fantástico escultor cogió una especie de larga paleta con la mano derecha, luego otra con la izquierda y comenzó velozmente su trabajo, girando en torno al globo alargado de humo, ayudándose, además de los instrumentos, con los brazos y con el aliento. En menos de un minuto la obscura columna había adquirido el aspecto de una figura humana, de un fantasma amarillo que a cada instante amenazaba con esfumarse. La masa se había redondeado en la cúspide hasta parecer una cabeza, y , con un poco de buena voluntad, se podía distinguir una veleidad de nariz y el conato de una barbilla. El humo, espeso y graso, como el que sale de las viejas locomotoras en reposo, se dejaba cortar por los mordiscos reiterados de las paletas. Matiegka, palidísimo, se movía como un condenado; arrojaba el humo que amenazaba confundir las dos piernas, soplaba ligeramente sobre los hombros de la aérea estatua para hacerlos más verosímiles, o alejaba el alón humeante que impedía definir las líneas de la obra. Finalmente se separó, se acercó a mí y gritó:

- ¡Mire! ¡De prisa! ¡Imprima la fomra en su memoria! ¡Dentro de pocos segundos la estatua se desvanecerá como una melodía que acaba!

Y realmente, poco a poco, el humo, alargándose, la deformaba; el fantasma se deshizo, se disolvió en una niebla oscura que lentamente desaparecía por una abertura de la claraboya.

- ¡La obra maestra ha muerto como mueren todas las obras maestras!- exclamó Matiegka -. ¿Qué importa? Puedo volver a hacer cuantas quiera. Cada obra es única y debe bastar para la alegría de un momento único. Que una estatua dure diez siglos o diez segundos ¿Qué diferencia hay con relación a la eternidad, qué diferencia si tanto aquella de mármol como aquella de humo deben, al final, desaparecer?..."